sábado, 4 de enero de 2014

¿Los mapuches convertidos al catolicismo? de Luis Vitale





 Durante la Colonia y el siglo XIX, la jerarquía de la  Iglesia Católica se ufanaba por haber logrado su misión de evangelizar a estos "indios sin alma". 

Tiene la palabra un mapuche del siglo XVII, a través de una carta enviada al rey Felipe IV por el mismísimo procurador de la Compañía de Jesús, Lorenzo Arizábalo: 

"es tan grande el odio que los indios tienen con los españoles, que habiendo de ajusticiar a un indio, y para convertirle, diciéndole los bienes que hay en el cielo, y de que él ganaría si se convirtiese, respondió: ¿hay españoles en ese cielo que has pintado?. Y respondiéndole que sí, dijo él: pues si hay españoles en ese cielo, no quiero ir a él" 

(carta reproducida por Miguel de Olivares: Historia Militar, Civil y Sagrada del Reino de Chile, Santiago, 1864, p. 14). 

También es reveladora la carta del 8 de noviembre de 1672 enviada al rey de España por Juan Henríquez de la Capitanía General de Chile: 

"los indios no son, ni han sido cristianos. Antes sí son i han sido siempre tan contrarios a nuestra fe, que no hai cosa que tanto aborrezcan como el nombre de cristianos" (citada por Alejandro Fuenzalida G.: Historia del desarrollo intelectual de Chile (1541-1810), Santiago, 1903, p. 325)  

El cronista Vicente Carvallo y Goyeneche comentaba en su libro Descripción histórico-geográfica del reino de Chile que mientras los mapuches cortaban la cabeza de un Cristo en el fuerte de Buena Esperanza 

"zaherían a los prisioneros (españoles), diciéndoles que ya les habían muerto a su Dios, y que ellos eran más valientes que el Dios de los cristianos". 

No obstante, el historiador Jaime Eyzaguirre insistió en la página 103 de su Historia de Chile que la Iglesia trató de manera igualitaria a los mapuches: "los miró en esencia como iguales". 

Quién no sabe que la conquista de América se hizo bajo el signo de la cruz y la espada, con el objetivo manifiesto de encontrar montañas de oro. Desde las primeras cartas de Colón se trasluce el ansia de dinero, esa "celestina universal", de la que hablaba Shakespeare. 

 En 1503, Colón escribía desde Jamaica a la reina Isabel: 

"cosa maravillosa es el oro. Quien tiene oro es dueño y señor de cuanto apetece. Con oro hasta se hacen entrar las almas al paraíso". 

En verso, Lope de Vega lo dijo todo: 

"so color de religión van a buscar plata y oro del encubierto tesoro" 



La sed de oro de los conquistadores y, en particular la de Pedro de Valdivia -que le costó la vida- fue descrita por uno de los más brillantes cronistas españoles, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán en Cautiverio Feliz: 

"y así determinaron matarlo luego con un género de tormento penosísimo que le dieron, llenándole la boca de oro molido y con un garrote ahusado que llevaban, se lo iban entrando por el gaznate adentro y le iban diciendo que pues era tan amigo del oro, que se hartase y llenase el vientre de lo que tanto apetecía". 


MEDIO MILENIO DE  DISCRIMINACIÓN AL PUEBLO MAPUCHE 

Luis Vitale

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