jueves, 26 de enero de 2012

"La Pipa Sagrada" de Hehaka Sapa. Presentación por Aukanaw

O una explicación para Toki Kura

enlace al texto de Alce Negro (Hehaka Sapa)
http://pueblosoriginarios.com/textos/pipa_sagrada/prefacio.html


A modo de presentación de esta obra de Frithjof Schuon transcribiremos algunos párrafos de la correspondencia personal de Don Aukanaw, que aclararán varios puntos interesantes, también acompañaremos al texto de Schuon con las glosas, dibujos y comentarios que Aukanaw oportunamente realizó en los márgenes del libro de Hehaka Sapa.

Presentación

El presente trabajo de Frithjof Schuon fue publicado como la Introducción del libro LA PIPA SAGRADA de Hehaka Sapa (Alce Negro) (transcripto por Joseph Epes Brown), U. of Oklahoma Press, 1953. Las ediciones españolas actuales suelen omitir esta Introducción a la obra de Sapa, o lo venden como separata para conseguir mayor lucro, descontextualizándolo.
Ese escrito -escribe Aukanaw- es una excelente consideración sobre la Tradición Espiritual Aborigen. Si los antropólogos se tomaran el trabajo de leer al Sr. Schuon, podrían ver de una manera simple y profunda las cosas tal como son y no como ellos las imaginan.
Sobre el tema de la Tradición Aborigen el Sr. Schuon ha ido más allá que René Guénon.
Si bien ambos tienen limitaciones sobre este punto, puesto que nunca se pudieron apartar totalmente de su manera occidental de pensar -hecho que se evidencia en sus escritos-, no obstante sus obras son de gran valor para las cuestiones hierológicas.


                                            René Guénon y Frithjof Schuon

Schuon no cae en los mismos errores que cometió Guénon al tratar algunos temas indígenas, errores surgidos por tomar conocimiento de nuestras culturas tan sólo a través de la literatura antropológica (obviamente distorsionada y distorsionante) en vez de hacerlo por medio del contacto directo. Algo semejante le sucedió también al estudiar el taoísmo mediante referencias poco fidedignas.
Un ejemplo de esto es la interpretación errónea que Guénon hace del concepto de "animal aliado", nawal o el wichan kulliñ en idioma mapuche.
Otro error bastante más grave es el que comete en su artículo "Las piedras del Rayo" cuando dice:
"La verdad es que "las piedras del rayo" no son sino las hachas de sílex prehistóricas, así como el "huevo de serpiente", símbolo druídico del "Huevo del Mundo", no es otra cosa, en cuanto a su figuración material, que el erizo de mar fósil......El hacha de piedra es la piedra que rompe y hiende , y por eso representa el rayo..."
Guénon conocía muy bien algunas cuestiones, pero en otros casos particulares ignoraba lo que cualquier campesino francés conoce tan bien como cualquier aborigen: las piedras del rayo NO son hachas prehistóricas, sino un producto de la naturaleza.


                                                 Piedras del Rayo o Toki kurá

El rayo al caer e introducirse en el suelo a elevadísimas temperaturas funde en su trayecto materias minerales, arrastrándolas hasta considerable profundidad. Esas materias al enfríarse adoptan generalmente dos formas: la de hacha o la de cono, si el caso se da en las arenas de las playas o desiertos suelen aparecer los "candelabros" vítreos que mencionara Darwin en su famoso viaje por Sud América.
A partir de este conocimiento es que el hombre tradicional recoge estos elementos kratofánicos (soportes y manifestaciones de poder sacro) y sólo cuando carece del elemento "real" lo re-crea en piedra y ulteriormente en metales, ese y no otro es el origen del hacha que se conoce hoy día: una copia artesanal de algo natural.
Y una vez más el aborigen encuentra confirmado su saber tradicional al verificar que la forma que tiene la piedra del rayo es la más idónea para obrar como lo hace un rayo, es decir hendir arboles, o enemigos.

La piedra del Rayo, Toki kurá (en idioma mapuche), es una creación divina y no un invento humano.

La afirmación guenoniana "la piedra que rompe y hiende" aquí nada tiene que ver, la piedra del rayo no solo representa al rayo, sino que ES el poder "coagulado" o "condensado" del mismo rayo, este es un asunto que los Mapuche conocemos demasiado bien, y está profundamente ligado al concepto del que Ud. me pregunta sobre F'ta Chao como Pillan y naturalmente al Pillantoki.
Como podrá apreciar Guénon siguió en este punto el error sustentado por los arqueólogos occidentales quienes catalogan las piedras del rayo como factura neolítica, en vez de seguir el saber Tradicional que no las considera tales.
Respecto al "huevo de serpiente" trataré de explicárselo lo más simple posible. Existe un fenómeno muy especial y bastante raro: en el campo o el bosque, bien de mañana, Ud. se puede encontrar de repente con un montón de culebras entrelazadas que conforman una especie de bola. Pero salido del asombro se percatará que no son "serpientes" apareándose, como a primer vista pudiera haber creído, sino algo así como un conjunto de haces de luz "espesos", plateados o brillantes, entrelazándose (disculpe mi falta de vocabulario para precisar este fenómeno inusitado), estando dotado todo el conjunto de cierto movimiento, pero sin trasladarse del sitio en que se halla.
A este fenómeno llamamos en nuestra lengua chiñid filu (cedazo de serpientes, chiñid= cesto para cernir, filu= serpiente), llepü filu (balai de serpientes, llepü= balai) o makod filu (montón de serpientes, makod= montón), estos nombres aluden a la semejanza que tiene el amasijo de "serpientes" este tipo de canastos de fibra entrelazada, y que, sin duda alguna, es el mismo fenómeno que en la Europa medioeval llamaban "nudo de víboras" o "reina de las víboras".
Si Ud. respetuosamente les arroja algunas ramitas el conjunto se dispersará, también puede cubrirlo con una camisa o tela, y el montón desaparecerá como por encanto; en cambio hallará en ese sitio una pequeña piedra que suele ser negra y lustrosa, el "huevo de la serpiente" del que habla Guénon. Este objeto suele estar cargado de newen (=poder) y tiene muchas virtudes poderosas. Durante todo este procedimiento el mapuche efectúa una rogativa especial y ciertas circunambulaciones.
Esta piedra era lo que los druidas llamaban Glain Naddair y afirmaban con total acierto que era engendrada por una bola de serpientes entrelazadas copulando en la víspera de la noche del solsticio de verano, reputada con virtudes protectoras y salutíferas. Concordancia plena con la Tradición Mapuche. Confundir este objeto con un "erizo fósil" como lo hace Guénon o con un "cuerno de ciervo quemado" como Benito Feijoo (Teatro Crítico Universal), evidencia a todas luces que estos autores no conocían la realidad de este asunto, pero los druidas y los mapuche: sí.
Me preguntará ¿qué relación tiene esa piedra o "huevo" con las "serpientes"?. Le diré simplemente que ambas son una misma cosa: el montón de "culebras" es el aspecto no-ordinario del fenómeno, en tanto que la piedra o "huevo" es el aspecto ordinario. La virtud de la operación fué cambiar la percepción del operador de un estado "no-ordinario" de consciencia a otro "ordinario".
Este asunto es semejante a lo que le relaté, en otra oportunidad, respecto de ciertos finados que de noche tienen el mismo aspecto que cuando estaban vivos, pero de día quedan convertidos en unos carbones u otro objeto por el estilo; o al tema de los dones que uno puede disfrutar (manjares, objetos de oro, etc.) en ciertas reuniones de "brujos" o "Salamancas", los que percibidos desde la realidad cotidiana quedan reducidos a su modesto soporte material: piedras, agua, sapo, etc.
Si se le ocurre buscar uno de estos makod debe tener cuidado de no hacerlo al atardecer, tampoco si las "víboras" son de coloración rojiza, pues el "objeto de poder" le acarreará perjuicios en lugar de beneficios, dada la polaridad negativa de este fenómeno. Algo semejante a las que ustedes llaman "luces malas": las blancas y azuladas son "buenas", en tanto que las "rojas" son "malas".
Tomar este "objeto de poder" por un simple fósil, como hace Guénon, es otro resabio en su pensamiento de la cosmovisión occidental; cosmovisión que pretende reducir todas las cosas a su faceta material, negando aquellos otros aspectos que la trascienden.
Schuon estableció estrechos vínculos con miembros de la Nación Sioux, compartió ritos y bendiciones pudiendo así tener acceso a un conocimiento más veraz respecto a la Tradición aborigen que el que pudiera alcanzar Guénon por medio de la simple lectura.
Debemos a la feliz iniciativa del Sr. Schuon que Joseph Epes Brown, casi veinte años después que el señor John G. Neihardt salvaguardara gran parte del saber espiritual de Hehaka Sapa transcribiéndolo en el libro La Pipa Sagrada.
Muchas veces he leído en la literatura moderna mencionar a Hehaka Sapa como "chamán", eso no es correcto. No olvidemos que el chamán es un simple técnico de lo sagrado y su camino espiritual NO tiene como meta la realización metafísica. Hehaka fue un hombre santo que se hallaba en un rango jerárquico superior al de un simple chamán, pero inferior al de un renü mapuche o un amauta inkaiko, que en cambio sí tienen aquel objetivo.
Esto se evidencia claramente en la incapacidad de Hehaka para traducir la visión que podría salvar a su pueblo, tal como él mismo lo manifiesta acongojado .
Cuando examinaba los ritos sioux a la luz de la Tradición Mapuche me asombraron en una primer instancia las asombrosas concordancias, especialmente sobre la pipa sagrada y el inipi o cabaña de vapor. Unos años más tarde investigando nuestras plantas sagradas y en especial el tabaco pude descubrir un hecho fascinante: la pipa y los ritos sioux que de ella emanan (inipi, etc.) no serían simples concordancias en la raíz primordial y extrahumana del conocimiento espiritual, sino muy posiblemente serían de origen mapuche!!!
Esta especulación surgió de varios elementos:

                                           Escenas del rito cosmogónico Inipi

Uno de ellos la mencionada similitud hasta los menores detalles de los ritos asociados a la pipa sagrada., y especialmente el inipi o cabaña de vapor, llamado en idioma mapuche "truftrufn" (hoy prácticamente olvidado por los mapuche comunes y por los machi).
El nombre de nuestro rito, Truftrufn, es la onomatopeya del sonido que produce el agua al tomar contacto con las piedras candentes: "trufffffffffffff, trufffffffffffff" (la "n" es verbalizadora, queriendo significar "hacer truf-truf" o mejor "truf-trufear"). En esa misma agua los sioux colocan prácticamente las mismas plantas (lawen) que nosotros, por ejemplo: la salvia.
La forma en que lo practican los pueblos de las llanuras norteamericanas difiere radicalmente de los practicados en el sur de ese continente, los primeros emplean piedras calentadas en tanto que los otros emplean fuego directo, se ve claro en esto último la influencia de la cultura maya.
Otro de estos fundamentos es que el uso de artefactos para fumar no se extiende en forma homogénea a lo largo del continente americano, sino que sólo existe en determinados nichos o "islas" culturales, siendo la mayoría de los pueblos usuarios de cigarros, atados o tubos para fumar. El uso de la pipa sería en cambio mucho más restringido. Dos de estas "islas" serían las llanuras norteamericanas y el territorio mapuche, existiendo un gigantesco hiato que abarcaría desde la región incaica hasta Centroamérica. Más curioso aún es la concordancia tipológica entre las pipas mapuche (kütra) y las sioux.
Es bien sabido que las pipas con cánula o cañón de madera son muy posteriores a las que carecen de ella. Las chan'non pa (pipas sioux) son de tipo moderno, las pipas sagradas mapuche son de tipo antiguo.
A estos elementos debemos sumar otro elemento bastante notorio: el tabaco.
La Nicotiana tabacum L. NO es una planta silvestre, sino que es una especie cultígena e híbrida que proviene de la Nicotiana tomentosum, planta silvestre de las yungas de Perú y Bolivia , y de la Nicotiana silvestris, que crece en Salta (Argentina). La hibridización de ellas ocurrió en el antiguo territorio de los Likan-antai, o atacameños, territorio intermedio entre las áreas de propagación de las dos especies silvestres.
El otro cultígeno, Nicotiana rustica, es un híbrido de dos especies silvestres que se encuentran en el Perú y en Chile. Por consiguiente proviene también de los Likan-antai. Y precisamente éste era el tabaco que fumaron los nativos americanos desde Quebec hasta Chiloé, evidencia que muestran los estudios de genética celular. Los Likan-antai no eran fumadores, sino que consumían el tabaco en forma de rapé, colocado en tabletas y aspirado por tubos especiales. Existen firmes indicios que permiten afirmar la posibilidad que la costumbre de fumar tabaco, y especialmente en pipa, es una peculiaridad mapuche desde cuyo territorio se propagó hasta el territorio sioux.
Si quiere encontrar más semejanzas peculiares observe los tipi sioux y las ruka de cuero mapuche-pewenche, la katan ruka...


                                        Viviendas mapuche-pewenche (S.XIX)


                                                  Tipi norteamericanos

Otro elemento nos aporta la lexicología comparada. La palabra para designar al tabaco es:
P'trem en Mapud'ngu (Mapuche)
Petema en Omágua
Petí en Guaraní
Pitcietl en México
Petum en Brasil
Pytyma en Brasil
Petigma en Brasil
.etc., etc.
De aquí deriva el verbo pitar, por "fumar", vulgarizado en América, y de allí el "pitillo" español. Aunque he oído a algunos querer derivar el pitillo de "pito".
Un camino semejante tuvo nuestra palabra pulku (bebida alcohólica que resulta de cierta fermentación natural), llega hasta Norteamérica convertida en pulke.

Pero amigo esa es otra historia...

REFLEXIONES SOBRE LA LINGÜÍSTICA MAPUCHE

Existe una actitud censurable, por no decir una manía, común a la mayor parte de los araucanistas modernos, nos estamos refiriendo a la actitud de erigirse motu proprio en filólogos. Y esto a pesar de su más supina ignorancia tanto del idioma nativo como de las más elementales nociones de lingüística. Hemos dado ya sobrados ejemplos sobre este particular.
Bien decía Juan Benigar: "Así hay quien de una lengua sabe una veintena de vocablos mal oídos y, como tal nada, resueltamente toma entre sus muelas las nueces lingüísticas más duras." Este fenómeno es digno de un profundo estudio psicopatológico.
Estos investigadores ¿desconocen acaso que los actuales mapuche han perdido el sentido originario, y por lo tanto etimológico, de muchos vocablos ; vocablos a los que adscriben interpretaciones etiológicas a posteriori ("etimologías populares")? ¿Ignoran acaso que la lengua mapuche está preñada de vocablos provenientes de otras naciones indígenas, algunas extintas, y que en los diccionarios figuran lisa y llanamente como voces mapuches ? ¿Ignoran acaso que estas palabras extranjeras han sido adoptadas y revalorizadas por los
mapuche? Tal es el caso, por ejemplo, de likan, entre tantas otras; y que autores como Casamiquela erróneamente pretenden mapuche.
Recordemos que "para un mismo pueblo, si acontece que su mentalidad sufre en el curso de su existencia modificaciones notables, no solo se substituyen términos nuevos en su lenguaje a los términos antiguos, sino que también el sentido de los términos que se mantienen varía correlativamente a los cambios mentales, a tal punto, que en una lengua que ha permanecido casi idéntica en su forma exterior, las mismas palabras llegan a no responder ya a las mismas concepciones, y se necesitaría entonces, para restablecer su sentido, una verdadera traducción que reemplazase las palabras que sin embargo están en uso todavía, por otras diferentes". "Existe una demarcación muy neta entre las lenguas vulgares, que varían por fuerza en cierta medida para responder a las necesidades del uso corriente, y las lenguas que sirven para la exposición de las doctrinas, lenguas que están inmutablemente fijadas, y que su destino pone al abrigo de todas las variaciones contingentes, lo que, por lo demás, disminuye aún la importancia de las determinaciones cronológicas"
Estas lenguas especiales a las que se refiere Guenón son las denominadas lenguas sagradas. La nación mapuche posee una lengua sagrada preñada de arcaísmos que se remontan a tiempos preincaicos. Esta lengua especial solo la emplean los Renü, Toki y Machi, vale decir los "iniciados", el vulgo mapuche no la comprende. Aquel investigador que pretenda conocer algo de la sacralidad mapuche y no conozca este lenguaje secreto- instituido por la divinidad misma- jamás comprenderá la totalidad de esa sacralidad y sus aspectos más significativos, solo llegará a conocer exterioridades huecas. Gracias a este medio se han preservado incólumes las tradiciones milenarias de la nación mapuche a resguardo de las profanadoras miradas de los investigadores, y a salvo de las heterodoxas interpretaciones de algún longko decadente o machi fingida. [longko=jefe o cacique, machi= chamán curador]
Muchos vocablos que no existen en el vocabulario mapuche cotidiano están presentes en cambio en esta maravillosa lengua. Ella nos permite con indescriptible sencillez y admirable capacidad expresar las grandes verdades metafísicas , cualidades -que sin exagerar- nos permiten compararla a chino o al devanagari.
Recordemos que estas verdades metafísicas son inaccesibles a la mentalidad, y en consecuencia a los lenguajes, de los occidentales modernos o "wingkas". Si no se tienen en cuenta todos estos factores, y muchos otros que sería fatigoso enumerar, cualquier estudio
que pretenda apoyarse sobre elementos lingüísticos está condenado al error.
La vía filológica de investigación tan preconizada en el siglo XIX por la escuela historicista y en especial por Max Müller ha caído en gran descrédito. Es necesaria pero no suficiente.
Ejemplo de ello damos en otro estudio donde tratamos el grave error cometido por el docto Imbelloni al interpretar la cadena isoglosemática de la palabra TOKI.
El Dr. Lenz, famoso lingüista germano radicado en Chile, nos decía: "parece que nadie se ha dedicado seriamente a tales estudios, puesto que el cultivo de la lingüística y la filología en los países españoles ha estado en manos de aficionados que por lo demás de profesión han sido abogados, ingenieros o médicos... El insigne lingüista Federico Müller de la Universidad de Viena escribe en el prefacio de la segunda parte de su obra gigantesca que abarca casi todas las lenguas conocidas del mundo: ‘Bajo el nombre de lingüística entiendo
una indagación exacta y basada en hechos comprobados por estudios propios; aquella charla superficial y ostentosa que finge querer popularizar conocimientos que a ella misma le hacen falta, no la puedo considerar como una ciencia. En fin, HA LLEGADO EL MOMENTO EN QUE DEBE DEJARSE DEFINITIVAMENTE DE HABLAR SOBRE COSAS QUE UNO MISMO NO COMPRENDE, para que la lingüística no pierda el crédito de que deben gozar todas las ciencias...’"
La causa de esta moda por la que los etnólogos juegan a ser lingüistas es el método del análisis estructural antropológico, transposición poco feliz del genial análisis sistémico lingüístico de Saussure. Muchos conceptos y principios exclusivos de la lingüística fueron injertados sin la menor adaptación, de una manera mecánica, en la antropología. Y en razón de esto basta con unos cuantos diccionarios y textos de la lengua aborigen para pergeñar las más delirantes fantasías sin salir del gabinete de estudio.
Actualmente en la Argentina y en el área mapuche en particular no existe prácticamente el trabajo de campo etnológico prolongado. Si lo hay es muy pobre, y por lo general es de tan solo algunos días al año pasados en alguna reserva indígena. Las excepciones a esta afirmación no superan los dedos de una mano. Se sobreentiende que no incluímos en estas afirmaciones a los misioneros que realizan trabajos metódicos de investigación in situ.
Reiteremos hasta el cansancio: las vías bibliográficas y filológicas sólo son un complemento del trabajo de campo y de ningún modo deben privilegiarse, pues a más de ser las menos certeras conducen inevitablemente a bizantinismos esterilizantes y muchas veces a conclusiones tan arbitrarias que rayan en lo ridículo.

MIRANDO HACIA EL FUTURO

Al comienzo de este artículo señalábamos: la galería de "paradigmas" que presentamos no agotan en lo absoluto las obras y autores existentes, sino que tan solo nos muestran un variado panorama de las mismas.
Hasta aquí hemos realizado crítica haciendo especialmente hincapié sobre los aspectos negativos, ahora hagamos una sobre aquellos positivos a fin de que el lector haga su balance y estime una proyección futurible.
Reiteramos que, no se hará aquí una reseña de autores e investigadores argentinos que merecen entusiasta aprobación; tan solo citaremos algunos cuyas obras marcan un hito significativo dentro de los estudios mapuches actuales (desde 1960 a esta parte).

WILY HASSLER

Don Wily es el autor de "LOS NGUILLATUNES DEL NEUQUÉN", él es uno de esos talentos desaprovechados. Nuestras universidades y fundaciones subvencionan a investigadores incompetentes, y lamentablemente abandonan a su suerte a talentos innatos para la investigación intimista como Hassler.
Este profundo conocedor de la cultura mapuche en lugar de tener una "dedicación exclusiva" o una "sinecura" (como tantos acomodados por la política) debe trabajar de taxista para poder sobrevivir (!!!). Las altas prendas morales de este caballero le han valido el respeto y la aceptación de los mapuches. Su actitud candorosa y afectuosa hacia todo lo que es nativo, despojada de prejuicios académicos, ideas preconcebidas y "bibliografías" de dudosa calidad, le ha permitido observar materiales y circunstancias de las que ningún otro investigador moderno se ha percatado. 

RODOLFO CASAMIQUELA

Aquí nos referimos al jóven Casamiquela de los primeros tiempos, el investigador de campo. Son clásicos ineludibles su "ESTUDIO DEL NGILLATUN Y LA RELIGIÓN ARAUCANA", "CANCIONES TOTÉMICAS ARAUCANAS Y GÜNÜNA KËNA" (obra que brindó casi todo el repertorio que interpretaba la extinta Aimé Painé, -y hoy sus imitadoras- ella fué otra "obra" de Casamiquela) y "SOBRE LA SIGNIFICACIÓN MÁGICA DEL ARTE RUPESTRE PATAGÓNICO".
Sus trabajos lingüísticos y producciones posteriores caen bajo las críticas que le hicieramos oportunamente.

RUBÉN PÉREZ BUGALLO

En el área de la etnomusicología, son altamente valiosos sus artículos sobre instrumentos musicales mapuche aparecidos en la Revista Patagónica .

FRANCISCO CALENDINO

En el área lexicológica, en Argentina, es altamente meritoria la obra del misionero salesiano Francisco Calendino. Hombre de una gran modestia y bondad y autor de un prolijo DICCIONARIO MAPUCHE BÁSICO bilingüe (mapuche-español y español-mapuche) basado en el clásico de Félix de Augusta. En vez de ser una mera fotocopia acondicionada, como lo son sus pares chilenos, éste es un trabajo editorial original. Es destacable el cuidado puesto por "Ediciones Goudelias" tanto en la confección como en la tipografía.
Posee este libro además un apéndice, concisa y acertada síntesis de la gramática mapuche ("Idioma Mapuche") de Mösbach. Todos estos méritos sumados a su insignificante coste y a su tamaño de bolsillo lo hacen altamente recomendable.
Este salesiano es buen conocedor de la lengua mapuche, fue sacerdote en El Huecú, y en Colipilli (Comunidad mapuche Huayqillan) (Neuquén). Según algunas informaciones que recibimos - no confirmadas - actualmente estaría radicado en El Bolsón (Chubut), según otros en Bahía Blanca (pcia. de Bs. As.), y padecería de una afección que paulatinamente lo privaría del sentido de la vista, circunstancia que le impediría continuar con sus escritos.

JUAN CARLOS RADOVICH

En el área antropológica los trabajos de Juan Carlos Radovich son destacables, especialmente "EL PENTECOSTALISMO ENTRE LOS MAPUCHE DEL NEUQUÉN". Obra muy tenida en cuenta por investigadores extranjeros.

MEINRADO HUX

Meinrado Hux: sacerdote residente en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, y según ciertas referencias, mentor de Haroldo Coliqueo. Hux ha recopilado con singular acierto, y sin ninguna pretensión extemporánea, las biografías de muchos conductores políticos y militares indígenas, denominados desvalorativamente por los "blancos": caciques, capitanejos, reyes, etc. Su trabajo es digno del mayor de los elogios tanto por lo documentado y conciso como por excluir arrebatos literarios típicos del género.
Gracias a esta obra se rescata del olvido el recuerdo de muchos héroes y traidores de la nación Mapuche, y se establece una base para escribir la historia desde la perspectiva indígena. Los 5 tomos que componen esta obra son: Caciques Pampa-Ranqueles, Caciques Huiliches y Salineros, Caciques Pehuenches, Caciques Borogas y Araucanos, Caciques Puelches Pampas y Serranos. Son de lamentar en estas ediciones los numerosos errores tipográficos.
No dudamos que existen, aparte de estos, buenos trabajos realizados por otros investigadores, pero por hallarse dispersos en publicaciones periódicas no alcanzan lamentablemente ni el conocimiento público ni la difusión debida.

CONCLUSIÓN..

Se habrá apreciado que solo nos hemos atenido a cuestión de hechos y en particular a los "doctos cum libro", pero hemos dejado de lado las opiniones personales de los autores. Opiniones un tanto aventuradas algunas veces, pero que dentro de todo tienen derecho a emitir puesto que, al contrario de quien esto escribe, no están ligados a la Tradición Mapuche u otra actualmente viva, ni están en posesión de ningún dato recibido por transmisión directa, datos que ni remotamente son los recogidos en una investigación de campo por profunda que pudiera ser.
Si hemos insistido tanto en los defectos de los autores que hemos revistado, es porque es hacerle un favor a un autor cuando se le hacen críticas precisas, y por otro lado, porque las críticas legítimas pueden contribuir útilmente a destruir reputaciones usurpadas.
Es deplorable ver con cuanta facilidad se deja engañar el gran público, y aún los mismos especialistas, por audaces charlatanes, a causa de la ignorancia en que se hallan generalmente sobre estos temas.
Hacemos nuestras aquellas magistrales palabras de Benigar:
"Con esto deseo lograr que se ponga en guardia el espíritu crítico del lector. Porque no sólo los autores yerran, sino también los lectores cuando, aceptando con facilidad afirmaciones ligeras, contribuyen a la perpetuación de errores, que un sentido crítico puede descubrir, aún cuando el lector común depende de la honradez del autor en cuanto al fondo técnico de las premisas..." "EL LECTOR CRÍTICO ES EL COLABORADOR EN LA OBRA DEL AUTOR, MIENTRAS QUE EL LECTOR SUPERFICIAL ES SU ENCUBRIDOR".
Como cierre recordemos aquellas palabras de don José Imbelloni, aquellas con que comenzamos esta nota, y pensemos que desde 1942 a 1961 la situación permanecía inconmovible, puesto que Casamiquela afirmaba en ese entonces:
"Como se ve, el cuadro es casi todo negativo. Su "moraleja" positiva tiene que traducirse forzosamente en una exhortación a los estudiosos, especialmente a los alumnos de las carreras de las Ciencias del Hombre... a dedicarse a este problema en particular y, desde luego, a los estudios de etnografía, argentina o extraargentina tan velada todavía de misterio; en general."
Otros 30 años han pasado desde ese entonces, y, como dijéramos en un principio: todo ha empeorado o a lo sumo -si se quiere- en nada se ha avanzado.
En medio de estas tenebrosas brumas en que se hallan inmersos los estudios sobre lo mapuche ¿qué podemos esperar? ¿cabe alguna solución?... , entonces cual furtivo destello en la noche obscura del alma surgen aquellas luminosas palabras de Leonardo Da Vinci:
"El mal actual es consecuencia de la Ignorancia del pasado, siendo por lo tanto irremediable; pero el mal futuro si es remediable, pues será la consecuencia de la Ignorancia presente."
Por lo tanto, la solución está en tus manos lector. Sólo de ti depende...
FEI AFI
Se terminó!

Aukanaw

viernes, 13 de enero de 2012

Luis Vitale: MEDIO MILENIO DE DISCRIMINACIÓN AL PUEBLO MAPUCHE Parte II

¿De qué Día de la Raza nos hablan?

Este mito, también fabricado en función de los intereses expansionistas de Europa, constituyó otra forma de ideología -entendida ésta como deformación de la realidad al servicio de los intereses de la clase dominante- destinada a establecer la superioridad de la "raza" blanca sobre la indígena y negra, ideología sistematizada en el siglo XIX por los teóricos franceses con su categoría de "l'etnie". Es por demás elocuente que en América se "festeje" dicho día el 12 de octubre, sin advertir el cuestionamiento del concepto de "raza" hecho por la la moderna Antropología.
La verdad histórica -que siempre derriba mitos- muestra sin equívocos que al ancestro aborigen se le agregaron dos vertientes: la blanca europea y la negra africana, que luego dieron paso a diversas variantes de mestizaje. Pues bien ¿qué base científica existe para conmemorar el "Día de la Raza"?. Ninguna, sólo magnificar a los colonialistas, por supuesto blancos, con el fin de perpetuar la concepción racista, inspirada en el etno-centrismo.

Esta misma ideología está detrás del mito de la "Madre Patria". Nadie puede negar la importancia de España y Portugal en la colonialización de América Latina. Mas si se trata de precisar una madre simbólica, ella reside en el ancestro milenario de nuestras culturas originarias: la Pachamama, la madre tierra. Para los mapuches y otros pueblos originarios no puede ser "madre patria" la que exterminó gran parte de la población autóctona, aplastando su creativo proceso cultural. Ni siquiera lo fue para la mayoría de los criollos y mestizos, quienes tuvieron que enfrentar con las armas en la mano a esa supuesta madre en las guerras de la Independencia. La inferioridad de los "no europeos" fue otro de los mitos
levantados por el etnocentrismo. A las mistificaciones de los colonizadores, le siguieron los raciocinios de los filósofos.
Hume opinaba que los habitantes de los trópicos eran razas inferiores; mientras Kant afirmaba: los pueblos americanos estaban incapacitados para alcanzar la civilización porque, a causa de su pereza, carecían de pasiones, estímulos y afectos. A mediados del siglo XIX, Hegel sostenía: "sólo en América existen salvajes tan torpes e idiotas como los fueguinos y los esquimales", tratando así de fundamentar su teoría de los "pueblos sin historia". 

¿Los mapuches convertidos al catolicismo?

Durante la Colonia y el siglo XIX, la jerarquía de la
Iglesia Católica se ufanaba por haber logrado su misión de evangelizar a estos "indios sin alma". Tiene la palabra un mapuche del siglo XVII, a través de una carta enviada al rey Felipe IV por el mismísimo procurador de la Compañía de Jesús, Lorenzo Arizábalo: 
"es tan grande el odio que los indios tienen con los españoles, que habiendo de ajusticiar a un indio, y para convertirle, diciéndole los bienes que hay en el cielo, y de que él ganaría si se convirtiese, respondió: ¿hay españoles en ese cielo que has pintado?. Y respondiéndole que sí, dijo él: pues si hay españoles en ese cielo, no quiero ir a él" (carta reproducida por Miguel de Olivares: Historia Militar, Civil y Sagrada del Reino de Chile, Santiago, 1864, p. 14). También es reveladora la carta del 8 de noviembre de 1672 enviada al rey de España por Juan Henríquez de la Capitanía General de Chile: "los indios no son, ni han sido cristianos. Antes sí son i han sido siempre tan contrarios a nuestra fe, que no hai cosa que tanto aborrezcan como el nombre de cristianos" (citada por Alejandro Fuenzalida G.: Historia del desarrollo intelectual de Chile (1541-1810), Santiago, 1903, p. 325)
El cronista Vicente Carvallo y Goyeneche comentaba en su libro Descripción histórico-geográfica del reino de Chile que mientras los mapuches cortaban la cabeza de un Cristo en el fuerte de Buena Esperanza "zaherían a los prisioneros (españoles), diciéndoles que ya les habían muerto a su Dios, y que ellos eran más valientes que el Dios de los cristianos".
No obstante, el historiador Jaime Eyzaguirre insistió en la página 103 de su Historia de Chile que la Iglesia trató de manera igualitaria a los mapuches: "los miró en esencia como iguales".
Quién no sabe que la conquista de América se hizo bajo el signo de la cruz y la espada, con el objetivo manifiesto de encontrar montañas de oro. Desde las primeras cartas de Colón se trasluce el ansia de dinero, esa "celestina universal", de la que hablaba Shakespeare.
En 1503, Colón escribía desde Jamaica a la reina Isabel: "cosa maravillosa es el oro. Quien tiene oro es dueño y señor de cuanto apetece. Con oro hasta se hacen entrar las almas al paraíso". En verso, Lope de Vega lo dijo todo:
"so color de religión
van a buscar plata y oro
del encubierto tesoro"
La sed de oro de los conquistadores y, en particular la de Pedro de Valdivia -que le costó la vida- fue descrita por uno de los más brillantes cronistas españoles, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán en Cautiverio Feliz: "y así determinaron matarlo luego con un género de tormento penosísimo que le dieron, llenándole la boca de oro molido y con un garrote ahusado que llevaban, se lo iban entrando por el gaznate adentro y le iban diciendo que pues era tan amigo del oro, que se hartase y llenase el vientre de lo que tanto apetecía".

Otra barrabasada: mapuches "flojos y borrachos"

Todavía se oye decir por una parte apreciable de nuestra población que los mapuches son "flojos". Como otra de las tantas mistificaciones, reflejo del hondo significado discriminatorio, cabe preguntarse desde cuándo se gestó tamaño des-calificativo. Está demostrado por la mayoría de los historiadores que los mapuches -así como los aymaras y pueblos originarios de la zona central- trabajaron (forzadamente) en los primeros lavaderos de oro explotados por los españoles. Sin ese trabajo, difícilmente los conquistadores habrían acopiado tan rápidamente las pepitas del preciado metal.
Nuestros pueblos originarios no sólo fueron obligados a trabajar en los lavaderos de oro de Marga-Marga sino también fueron impelidos, mediante torturas, a decir dónde estaban ubicados los principales centros de riqueza aurífera. Entusiasmado con estos hallazgos, un cronista reflexionaba acerca de "si había de haber tantos costales y alforjas en el reino que
pudiesen echar en ellos tanto oro". Y ¿quién, pues, hacía el trabajo de recoger y echar en las alforjas tanto oro?. No precisamente los españoles.
Entonces, Pedro de Valdivia partió al sur, donde encontró otro "El Dorado" en las aguas del Bío-Bío. Si sólo llevaba dos mineros de profesión -Diego Delgado y Pedro de Herrera- no cabe la menor duda de que los mapuches fueron los que hicieron el trabajo de recolección del oro que nadaba en Talcamávida y Quilacoya.
Comentaba Alonso de Góngora y Marmolejo en su Historia de Chile que en esa zona "había 800 indios sacando oro, y para seguridad de los españoles que en las minas andaban mandó hacer (Valdivia) un fuerte donde pudieran estar seguros. Estando en esta prosperidad grande le trajeron una batea llena de oro. Este oro le sacaron sus indios en breves días. Valdivia habiéndolo visto no dijo más, según me dijeron los que se hallaron presentes de estas palabras: desde agora comienzo a ser señor". Otro cronista, Mariño de Lovera, en su Crónica del Reino de Chile -publicada en 1865 por la colección de Historiadores de Chile, tomo 6, p. 144- contaba en 1553 que cerca de Concepción "pasaban de veinte mil los (indios) que venían a trabajar por sus tandas acudiendo de cada repartimiento una cuadrilla a sacar oro para su encomendero. Fue tanta la prosperidad de que se gozó en ese tiempo, que sacaban cada día pasadas de doscientas libras de oro, lo cual testifica el autor como testigo de vista". 
Por algo Villa Rica, fundada en 1552, tiene ese nombre. Refiriéndose a ella, Diego de Rosales decía en su Flandes Indiano que "los indios eran muchos y de buenos naturales, las
minas riquísimas, pues se hallaban granos de doscientos pesos, y de las otras ciudades venían los indios a ésta a sacar oro para dar tributo a sus encomenderos". Y sigue y suma con el oro del río Las Cruces, en Madre de Dios, con el de Carelmapu en el Canal de Chacao y con el de Osorno, que llegó a tener una Casa de Moneda antes que Santiago a fines del siglo XVI. La acumulación de capital, generada por el trabajo humano, en este caso los mapuches, prosiguió durante los siglos XIX y XX al verse obligados vender su fuerza de trabajo en las haciendas que los expropiadores levantaron en sus tierras, en las de la zona central e, inclusive, en las fábricas emergentes del proceso de industrialización de la década de 1930 hasta el presente, donde entregaron una cuota de plusvalía absoluta aún no evaluada.
La respuesta a la pregunta acerca de quienes trabajaron para acumular tanta riqueza es obvia. Entonces, uno se hace otra pregunta: ¿por qué nunca se sacó la cuenta de la riqueza entregada por los mapuches con su trabajo?. Porque hubiera quedado de manifiesto que el calificativo de "flojos" no le calzaba a los mapuches. En cuanto a la otra barrabasada, que livianamente los señala como "borrachos", convendría recordar que los colonialistas introdujeron el alcohol, tratando de marear con aguardiente a los mapuches para que bajaran la guardia en los combates de casi tres siglos. En todo caso, antes de lanzar ese calificativo habría que mirarse no en el ojo ajeno sino en el propio, de un tono que dista mucho de ser inmaculadamente blanco.

Relatos Orales Mapuches (Procedentes del Alto Biobío, VIII Región)

1. VIGENCIA DE LOS RELATOS ORALES

En el sector mapuche-pehuenche del Alto Biobío—el cual comprende las comunidades de Callaqui, Ralco-Lepoy, Quepuca-Ralco, Pitril, Cauñicú, Malla-Malla y Trapa-Trapa subsisten aún relatos tradicionales orales que, como en otros sectores de la llamada Araucanía, se han transmitido de generación en generación. El aislamiento en que han
vivido hasta hace poco tiempo las comunidades ha favorecido, sin duda, su conservación, como también otros aspectos de la cultura. Según refieren, antes había bastantes personas—de ambos sexos—expertos en narrar. Sin embargo, en el presente se percibe una ostensible disminución de los relatos. Los "viejos" que sabían "sacar" (contar) han ido desapareciendo paulatinamente; los "nuevos" (jóvenes) ya los desconocen y, lamentablemente, tienen muy poco interés en conservarlos. Y no sólo esto, sino que algunos, al escucharlos, "hacen risión" (se burlan) de sus contenidos, por considerarlos re koyla (1)("pura mentira"). Así se quejaba de sus nietos un anciano narrador, para quien, por cierto, son mupindungu (cosa verdadera). La actitud de los jóvenes es expresión de un progresivo "ahuincamiento" (de wingka, extranjero; chileno) que parece ser inevitable, el cual, desde luego, afecta a los demás constituyentes de la tradición cultural (creencias religiosas, etc.).

Perimontun (ngütram)

El perimontun (también perimontu, perimol, etc.), fue definido, en los léxicos que contienen las gramáticas coloniales del mapuche, como algo extraordinario, que comprende desde un pez, o pájaro, hasta un fenómeno de la naturaleza de proporciones, como la erupción de un volcán. Se lo consideraba, incluso, como un milagro (De Valdivia, 1887; Febrés,1975: 587; Havestadt,1883, II: 742). No precisaron si dicho perimontun era experimentado por cualquier persona, o solamente por algunas. En época más reciente, Guevara afirmó (1908: 264) que perimontu son hechos sobrenaturales que algunas machi han visto, como piedras que saltan, animales míticos que cruzan el espacio.
Además, se denomina así "el hecho de ser hablado el mapuche mientras duerme por alguna persona, animal u objeto. Es cosa sobrenatural" (op. cit.:314). En la actualidad, el perimontun parece ser, entre los arauranos, propio de las machi (3).
En el Alto Biobío -donde, desde hace mucho tiempo, no hay machi- y, particularmente en la comunidad de Cauñicú, el perimontun es una "visión" que tienen algunas personas, a las cuales un espíritu, generalmente malo (pero que también puede, a veces, ser bueno), que aparece y desaparece, les ocasiona una perturbación. En un caso extremo, cuando el espíritu las domina completamente, se trastornan e, incluso, mueren. Al ser objeto de un perimontun, la persona suele perder el sentido de la realidad, la conciencia ( upay iñ dwam, weludwamtuy) mientras dura, y no es dueña de sí misma. Cuando recobra la lucidez, le parece que nada ha ocurrido, que todo está como antes de que se produjera. Sin embargo, no es un pewma (sueño) y sus efectos se manifestarán casi de inmediato. La mala suerte (weya püllü) influye para que alguien sea víctima de un espíritu malo. Dicen que antes eran más frecuentes tales "visiones" porque la gente estaba, por carecer de bautismo, en la condición de "mora". Al morir, sus almas no subían a la Gloria y permanecían en la tierra, penando para siempre y, en tal caso, actuando sobre los vivos. En el presente, dado que los pehuenches son cristianos, los perimontun ocurrirían sólo en raras ocasiones.


Recolección de los relatos

La recolección de relatos requiere de largo tiempo y de mucha paciencia. Ya que difícilmente se los obtendrá en un primer encuentro con los indígenas, es aconsejable convivir con ellos en su ruka-llorando también con el humo de sus fogones-en espera del momento propicio en que "salen" (de la cabeza). Mayores serán las posibilidades de éxito si se logra establecer y cimentar una relación más profunda, una vez superada cualquier desconfianza y ambigüedad, como, por ejemplo, la de laku ("tocayo") o compadre (como ocurre en nuestro caso). Normalmente los (buenos) narradores "sacan" un epew o un ngütram después que oscurece, cuando ya no se sienten perturbados por ruidos del mundo exterior. A la luz viva, o moribunda, que despide el fogón-durante o después del infaltable mate-el experto toma la palabra. Nuestro compadre reúne, entonces, a toda su prole, para que escuche y grabe en la memoria su discurso, diciéndoles: allkütoymün nga veymu ta kimkelli che allkütolu ("Escuchen, pues. Por eso, ¡siempre sabe el que escucha!").
Quien narra suele vivir intensamente su relato, y también sus oyentes. Por eso, si es un epew ,en el cual un zorro pillo sufre algún percance debido a sus malas intenciones, menudean las risas; si es un ngatram sobre espíritus que ocasionan mal, el silencio será casi sepulcral. Más se sobrecoge el auditorio si, en la noche, grita un kilkil(chuncho), ave considerada de mal agüero.
Aunque ser narrador no es una profesión, sólo algunas personas son aptas, y su competencia es reconocida por los demás miembros de la comunidad. Por eso, al preguntar por conocedores de epew,por ejemplo, responden: "Pregúntele a fulano, peñi(hermano). ¡Ese sabe!". En cuanto al sexo, actualmente predominan los varones; antesdicen- también había mujeres buenas para "sacar conversa". Prácticamente imposible resulta obtener relatos cuando están ocupados en sus tareas agrícolas (siembra y cosecha), en reuniones familiares (celebración de festividades como San Juan, San Pedro y San Francisco), o durante sus ritos comunitarios (ngillatun). A propósito, cabe recordar que ¡al Dr. Rodolfo Lenz le fue bastante mal en la recolección de materiales en mapuche cuando viajó, en época de cosecha y trilla, a la zona de Cholchol!

DOS RELATOS ORALES MAPUCHES-PEHUENCHES



Presentamos, a continuación, dos relatos orales en chedungun y español. Por limitaciones de espacio proporcionamos una traducción semilibre, procurando conservar la autenticidad del texto original. Traducimos el impersonal piam el reportativo -rke-por "es que" (en rigor, "eh que"), pero en menor proporción que en el original (donde tienen una alta frecuencia). "Es que" es habitual en relatos narrados en español e, incluso, en la comunicación diaria ("Andaba en el pueblo, es que").

La apuesta del gato y el treile

Narrado por Ramón Naupa Epuñan ("Likanan"), en Cauñicú, el 19 de febrero de 1984 (21 horas). Se trata de una apuesta para saber quien tiene mejor vista. El treile (Vanellus chilensis) pretende—como dicen los pehuenches—"ser más capaz" que el gato. Ese pájaro no parece ser muy estimado por los demás, debido a que es gritón, "copuchento" (trivngi, kawünngi).En otros relatos es acusado de "echar al agua", de ser algo así como soplón.
El aguilucho (ñamku, Buteo erythronotus), por su parte, es un pájaro de mayor alcurnia, de buen criterio, que actúa como juez en contiendas y guía de viajes a tierras lejanas, y también al cielo. Personifica o es mensajero (werken) de las almas de quienes han fallecido y cuando se para en un árbol, cerca de una ruka, los moradores piensan que anuncia la partida de uno de ellos al wenumapu ("cielo"). Posee muy buen caballo.
La contienda se dirime a través de una pluma que el aguilucho deja caer desde lo alto. Al no percibirla bien y a tiempo, el treile pierde y es objeto de burla por parte del aguilucho. Así, la jactancia recibió su merecido. Este tipo de relato se registra en otras partes del mundo, aunque con protagonistas diferentes. Los motivos pueden ser (animal como juez) y (competencia por ver), según la clasificación de S. Thomson.



La apuesta del gato y el treile

0. Vey ta tüva mu amuli ka kiñe püchin epew nga
0. Bueno, aquí va otro poco de epew, pues.
1. kuyvi piam kiñe ñayki engu tregil ngütramkawkerkingu veymu eypikerki ti tregil inche rüv chem weda kimün pikerki " vuritu mawida küpali malon inche imneuyeken pi piam ñi ngütram ti tregil veymu ti ñayki piam eypi vempi may eypi piam ñayki vemi nga pi piam tregil "
1. Antiguamente conversaban un gato y un treile, es que.
 Entonces decía el treile:
—Yo, en verdad, sé muchísimo".
 "—(Si) detrás de la montaña está viniendo un malón, yo ya lo sabía (desde mucho antes)", conversaba el treile, es que.
Entonces dijo el gato: "—¿Es así?" (Eso) dijo el gato.
—¡Así es, pues!", dijo el treile, es que.
2. veymew kiñe ñamku piam keyneli kiñe koyam mu allkütuli piam tayñi ngütram ta ti epu
ngütramkawpelu veymu dungukonpay piam ngay vey trawuluaíñ pi piam ti ñamku kimaviiñ chuchi chi doy kimüy pi piam vey ñayki piam ngay pütta ñiwa
nga rüv chem weda peloy
2. Entonces un aguilucho estaba encaramado en un árbol. Estaba escuchando a los dos que conversaban, es que. Entonces entró también en la conversa. "-Nos vamos a juntar
(y) sabremos cual sabe más", dijo es que. El gato (era) también muy diablo, pues, (y) veía muchísimo.
3. veymu piam elelngi kiñe antü trokilantü taynitrawual engün veymu piam powlu ti pañü vey piam trawingu ti tregil engu ñayki veymu kay ti ñamku piam püray
wenu mu wenuwluy piam ñamkúu
ñampuy piam wenu mu
3. Entonces les fue fijado un día el  día señalado-para que se juntaran. Entonces, es que, cuando llegó el día, se juntaron el treile y el gato. Entonces el aguilucho también subió al cielo. ¡Se encumbró el aguilucho! Se perdió en el cielo,
es que.
4. veymu pengenewponolungu vey piam entuy kiñe kalngüpü leykümnakümkünovi piam nagpay piam ti kalngüpü veymu angkawlepalu allküy piam tregil tüvi no anchi pi piam tregil
küpauyi nga ti chew ta küpay pieyu piam ti ñayki " vey piam kimlan chuchi püle ñi
küpan welu pür küpali pi piam ti tregil
4. Entonces cuando (ya) no se veía (con ellos dos), sacó una pluma, es que, (y) la dejó caer. Bajó la pluma Entonces, cuando venia en la mitad, escuchó el treile. "—¿Qué es eso?", dijo el treile, es que. "—Ya llegó, pues!". —¿Dónde viene?", le dijo el gato. "—No sé por donde viene, pero ahora mismo viene", dijo el treile, es que.
5. vey piam ñayki nualüy pürakintuy peuyi piam pevi ti ngüpü nagkülepalu veymew chewürke anchi káa pi piam ti tregil nualüy pelay allkünekawi piam welu pelay veymu weweyu anü pieyu piam ti ñayki inche ta peuyen pingi piam tregil vey tüvi no anchi pi piam ti ñayki pürakintuy veymu piam pürakintuki tregil ngay chayno wewngi nga
5. Entonces el gato miró a todos  lados, miró hacia arriba. Ya había visto la pluma que venía cayendo, es que. Entonces: "—Ah!, ¿dónde (será que viene)?", dijo otra vez el treile. Miró a todos lados; no vio (nada) . Se quedó escuchando, es que, pero no vio (nada).
Entonces: "—Te gané, amigo", le dijo el gato. -Yo ya vi (la pluma)",se le dijo al treile, es que. "—¿No ves?", le dijo el gato (y) miró hacia arriba. Entonces miraba el treile también, es que, (pero) ya le habían ganado, pues.
6. vemlu vey piam ti ñamku ñochi mangkawlen naglepay piam veymu wewel ti tregil ayevi ti ñamku kay, kay, kay, kay, kay, kay pi ñi ayen ñamku ayentuviel ti tregil
6. Después (de dejar caer la pluma) el aguilucho venía bajando despacio, dando vueltas, es que. Entonces, después que le ganaron al treile, se rió de él el agllilucilo. "-¡Kai, kai, kai, kai, kai, kai!", se reía el aguilucho burlándose del treile.
7. veymu piam wewngi tregil weweyu ti ñayki veymu piam ta tregil triglavi ta ñayki pingneki ta ti ñayki piam ta doy küme ngengi ka doy küme kimuwün nii piam
7. Entonces le ganaron al treile, es que. Le ganó el gato. Entonces no igualó al gato, ¡según dicen, pues! El gato tiene mejores ojos y mejor conocimiento, es que.
8. vey ta ventepoy ta ti epew tayñi pikeel ta püttake che em ta ti
8. Bueno, ¡hasta ahí (llega) el epew que decían (contaban) los
finados mayores, pues!


(1) Empleamos para transcribir el chedungun (pehuenche chileno) el Alfabeto mapuche unificado, a fin de facilitar la impresión de los textos y, también, el uso de éstos por estudiosos de la cultura mapuche que no son lingüistas. Utilizamos, eso sí, el símbolo v, en lugar de f, pues el pehuenche del Alto Biobío posee, a diferencia de otras variedades dialectales, el fonema fricativo labiodental sonoro oral /v/. Omitimos los diacríticos para señalar las realizaciones dentales de los fonemas /t/, /n/ y /l/. No es posible, en esta ocasión, ahondar en aspectos de la fonología del chedungun.
(2) Tanto en la obra del P. Febrés (1975: 571) como en la del P. Havestadt (1887,11: 731), nüatram (transcrito nùtham y nùtam, respectivamente) significa también "cuento", "fábula". En el Vocabalano del P. Valdivia (1883), nútamin significa "contar una historia", y nútamvoe, "historiador".
(3)Para una información más detallada, véase Sánchez, 1989.
(4) veymew ~ veymu puede traducirse por "entonces", "por eso", "ahí"; vemngechilu por "siendo así", "así las cosas"; vey por "entonces", "luego", "en este o ese momento", "y"; vey ta por "resulta que", "así es que", "bueno" (en el inicio y término de un relato). Dada su alta frecuencia, y por ser mayormente redundantes en español, en una traducción libre se los reduce a un mínimo. En cuanto a la entonación de los ilativos, puede ser tanto tensa sostenida, como ascendente. Ello depende de la personalidad del narrador, pues unos son más dinámicos y otros más monótonos. Incluso influye el estado de salud (por ejemplo, un resfrío) en el momento de "sacar" un epew o un ngütram.
(5) Ejemplos en que ocurren -ngerke- y -ngerke- (los cuales se realizan en pehuenche como - ngerk- y -ngekerk-): veymew ngütrümngekerki ngürü: "Entonces, dicen que llamaron al zorro" o "Entonces, dicen que fue llamado el zorro". veymew ngütrümngekerki ngürü: "Entonces, dicen que solían llamar al zorro" o "Entonces, dicen que el zorro solía ser llamado". También: "Entonces, dicen que llamaban al zorro" o "Dicen que el zorro era
llamado". Los demás casos aparecen ejemplificados en los textos que incluimos. Véase
también Salas, 1992.
(6) Para mayor información y referencias bibliográficas sobre el cheruve, véase
Sánchez, 1989.
(7) EI pueblo, en Chile, donde podían aprovisionarse de "vicios" era—y es en la actualidad— Santa Bárbara, en la comuna del mismo nombre, Vlll Región. El viaje, que también implicaba riesgos, duraba alrededor de una semana. Antes no había ni caminos ni puentes. Por lo tanto, resultaba más fácil viajar a la Argentina.
(8) ka mollvüñ significa literalmente "otra sangre". Es la denominación que se ha dado—y se da todavía—a los no pehuenches, en primer lugar a los demás chilenos.
(9) Reducción del Alto Biobío, en ambas orillas del río Queuco, tributario del Biobío.
(10) Degiñ significa "cordillera", "cerro alto", y no "volcán", como en otros sectores de la Araucanía.
(11) Pipingi, forma del verbo pipingen "decir o repetir siempre una cosa", "decir una y otra vez". Traducimos, para matizar, de ambas maneras la expresión.
(12) kolülongko puede traducirse por "rubio", "rucio", "colorín". Longko significa, en primer lugar, "cabeza".



Gilberto Sánchez C.

Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales

martes, 10 de enero de 2012

Luis Vitale: LA GUERRA DE ARAUCO



El estudio comparativo de las luchas de los indígenas americanos contra España, demuestra que los mapuches fueron los que mayor resistencia opusieron a los conquistadores. La lucha de otros pueblos, como los quechuas del Perú, que mantuvieron los restos del Estado inca hasta 1572 en Vilcabamba, la de los chichimecas en México o la de los indígenas del litoral argentino, no fue tan larga y cruenta para los conquistadores. En cambio, los mapuches resistieron durante tres siglos, -en una de las guerras más largas de la historia universal- infligiendo a los invasores bajas que fluctuaron entre veinticinco y cincuenta mil soldados. Según carta de Jorge Eguía y Lumbe al rey en 1664, "hasta entonces habían muerto en la guerra 29.000 españoles y más de 60.000 auxiliares". El cronista Rosales afirma que entre 1603 y 1674 murieron más de 42.000 españoles y se gastaron 37 millones de pesos en la guerra contra los indios. Un gobernador dijo que "la guerra de Arauco cuesta más que toda la conquista de América".
Las pérdidas españolas en regiones incomparablemente más ricas, como México y Perú, fueron relativamente escasas. Felipe II, a fines del siglo XVI, se quejaba porque la más pobre de sus colonias americanas le consumía la "flor de sus guzmanes". En la península ibérica, Chile era conocido como "el cementerio de los españoles".
La gesta araucana ha sido exaltada líricamente por diversos autores, pero ninguno de ellos ha intentado hacer una caracterización profunda de la guerra de los indígenas chilenos. La prolongada resistencia a los españoles se debió no sólo al genio militar de los jefes araucanos, sino fundamentalmente al apoyo activo de toda la población indígena. Los araucanos no tuvieron desertores que colaboraran con los españoles, como ocurrió en la mayoría de los pueblos americanos. La guerra de Arauco fue una guerra total, en la que participó masivamente la población; una guerra popular insuflada durante tres siglos por el profundo odio libertario del indígena al conquistador.
Desde el punto de vista del invasor, la empresa española es una guerra de conquista, pero esa definición no basta para caracterizar el conjunto del proceso. Hay que precisar también el significado de la guerra desde el ángulo de la resistencia indígena.
En América precolombina no existía el concepto moderno de Nación. Es efectivo que los araucanos no defendían una Nación inexistente. Pero su prolongada resistencia indica que luchaban por conservar algo muy preciado para ellos. Ese motor que impulsó la resistencia araucana fue la tierra, la tribu, las costumbres y el derecho a vivir libremente en clanes. Los famosos versos de Alonso de Ercilla, según los cuales la gente araucana “no ha sido por Rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida", no constituían una mera declaración lírica. Reflejaban una gran verdad: los araucanos oprimidos por otros pueblos, no habían sido acostumbrados a obedecer a ningún amo y jamás pagaron tributos. La tierra pertenecía a la comunidad. Antes de la conquista española, no existían castas ni clases sociales. Después, las necesidades de la guerra produjeron importantes cambios. Los clanes perdieron gradualmente su autonomía, subordinándose a las tribus confederadas; se crearon los Vutanrnapu. El cargo de toqui, elegido al comienzo por los caciques confederados, se convirtió luego en hereditario. No obstante, las diferencias generadas por la guerra contra los españoles no alcanzaron a cristalizarse en contradicciones sociales ni a establecer la propiedad privada de la tierra.
A falta de un término más preciso, podríamos decir que la guerra de Arauco comienza como una guerra de resistencia tribal. Su objetivo es defender la zona o región en la que están comprendidas sus tierras atacadas por los conquistadores. Es una guerra de resistencia de varias tribus, que luego se confederan (Vutanmapu), ante el ataque de un invasor que pretende sojuzgarlas y arrebatarles sus tierras. Comienza como una guerra de resistencia, cuya finalidad objetiva consiste no sólo en la defensa inmediata de sus arraigos, sino en hostilizar de tal manera a los conquistadores hasta lograr su alejamiento definitivo de la región y el abandono de sus propósitos de conquista.



El sometimiento de miles de indios, destinados a la explotación agrícola y minera, introduce un nuevo factor. La guerra de resistencia se transforma en una contienda donde participan tanto las tribus que defienden sus tierras como los indios sojuzgados en las explotaciones mineras. Las grandes rebeliones de 1598 y 1655 involucran no sólo a los araucanos, sino a la mayoría de los indígenas del sur, denominados "huiliches". Junto a las tribus que defienden sus tierras se levantan los indios explotados en los lavaderos de oro. La guerra adquiere características cualitativas distintas. Ya no es sólo una guerra de resistencia. Es también una guerra que reviste caracteres de lucha social. Los conquistadores y encomenderos, representantes de una potencia extranjera en lucha invasora contra un pueblo de menos desarrollo histórico, que se une y actúa como un pueblo.
Alentados primero por los triunfos de Lautaro y luego por sus propios triunfos, los indios sureños que trabajaban en los lavadreos de oro, promovían frecuentes insurreciones sociales. En 1561, los indios de la encomienda de Pedro Avendaño, en el valle de Purén, después de haber dado muerte al enconmendero y a varios españoles, se unieron a la rebelión de los araucanos de la zona. En 1571, se insurrecionaron los “huiliches” de la ciudad de Valdivia, a causa de la brutal explotación de que eran objeto en los lavaderos de oro y de la amenaza de ser trasladados para trabajar en las minas del Norte Chico. “A la guerra de Arauco, a la guerra vieja, como se la denominó, se había añadido la guerra nueva, o sea, la sublevación de los huiliches, que continuaba en pie, y la actitud hostil de los picunches en las comarcas vecinas a Chillán... La rebelión de los huiliches proseguía (en 1585). Se la sofocaba en un punto y aparecía en otro, como fuego subterráneo, con ramificaciones en toda la comarca”169. Los levantamientos de 1598 y 1655 constituyeron la expresión más nítida de la transformación de la guerra de resistencia tribial en guerra social. Comprendiendo este cambio, los araucanos trataron concientemente de coordinar su lucha con los indígenas explotados en las labores mineras y agrícolas. En 1599, Pelantaru combinaba la rebelión huiliche de Osorno, Valdivia y Villarica, con el ataque a los fuertes y ciudades de Arauco, Angol, Boroa y Chillán. En la gran rebelión de 1655, los indios de las encomiendas atacaron centenares de haciendas, expropiaron oro y miles de cabezas de ganado, mataron a sus amos encomenderos y se sumaron al ejército liberador araucano, dirigido por el mestizo Alejo.



Desde el punto de vista militar, la gesta araucana es una guerra irregular. Una de las variantes de esta guerra no convencional es la guerra móvil combinada con la guerra de guerrillas rural. La guerra de Arauco fue una guerra móvil, porque grandes masas de indios atacaban y se desplazaban, a enormes distancias, como lo testimonian los españoles que quedaban admirados de la rapidez con que se concentraban y dispersaban los araucanos. Esta guerra móvil estaba combinada con algunas tácticas de la guerra de guerrillas; en la mayoría de los casos, los indios no presentaban combate abierto al grueso del ejército español, sino que atacaban a las pequeñas partidas, hostigaban con enboscadas e incursiones esporádicas, falsos ataques y retiradas veloces. Sin embargo, no es fundamentalmente guerra de guerrillas. Lo básico no son pequeños grupos de indios guerrilleros. La guerrilla está al servicio de la guerra móvil, de grandes masas de indios que atacan y se desplazan, característica esencial de la lucha militar de los araucanos.
La guerra móvil y la guerra de guerrillas ha sido siempre el arma escogida por los pueblos militarmente débiles en el momento de iniciar el combate. El genio militar de los araucanos se manifiesta al adoptar la táctica que mejor convenía ante la superioridad de las armas españolas. Después de los primeros combates abiertos en que fueron diezmados, los araucanos no volvieron a repetir la experiencia trágica de atacar en tropel. En menos de cinco años, comenzaron a aplicar los principios de la guerra móvil y la guerrilla: movilidad, cambio de frente, evitar el cerco, hostigar, confundir, fatigar y aislar al enemigo. En esa época, el terreno chileno era muy apto para este tipo de guerra. No había red caminera ni senderos accesibles a las montañas. La zona sur, de mayor vegetación que en la actualidad, era tan pantanosa y enmarañada, que los ejércitos españoles tenían que abrirse paso a machete. Al decir de Alonso de Ercilla "nunca con tanto estorbo a los humanos quiso impedir el paso la natura".
Después de analizar con detenimiento la ubicación de los combates librados por los araucanos contra Pedro de Valdivia, Francisco Villagra y García Hurtado de Mendoza, llegamos a la conclusión de que durante primera fase de la guerra. los indios combatieron en una franja de 200 km. largo por 120 km. de ancho, entre los ríos Itata al Norte Toltán al sur. Salvo la incursión esporádica de Lautaro hasta el Mataquito, la mayoría de los combates se libró en la zona norte central de las laderas occidental y oriental de la cordillera de Nahuelbuta. Las batallas de Lagunillas, Marigüeñu, Laraquete y Arauco, se registran en la parte norte de esta cordillera. Las de Millaraupe, Quiapo, Lincoya, Tucapel, Purén y Angol, en la zona central de Nahuelbuta, base de operaciones de los araucanos.
Como puede apreciarse, en esta primera fase, la guerra móvil, tenía un campo estrecho de desplazamiento. Al limitarse a una zona determinada, el norte y centro de la cordillera de Nahuelbuta, se corrían todos los riesgos que acarrea un foco guerrillero: poco lugar para el desplazamiento y concentración de las fuerzas enemigas en una región determinada. Dándose cuenta de este peligro, Lautaro pretendió extender la zona de combate hasta el centro. Su ulterior derrota en Peteroa (donde murió) , será el producto de la incomprensión de esta estrategia de parte de los araucanos, que no querían salir del terreno conocido. Como se sabe, en su incursión a la zona central, Lautaro alcanzó a reunir apenas cientos compañeros de lucha. En esa oportunidad, los araucanos sufrieron una de las desviaciones corrientes del guerrillerismo: la tendencia conservadora del localismo que induce a quedarse en una zona conocida y resistirse a pasar de la etapa defensiva a la contraofensiva, fase transitoria entre la defensiva y la ofensiva estrategica.
Sólo años más tarde, los araucanos comprendieron que era necesario extender la zona de combate para facilitar un mayor desplazamiento de su guerra móvil. Las grandes rebeliones de 1598 y 1655 no se limitaron ya a los alrededores de la cordillera de Nahuelbuta, sino que se extendieron desde Chillán hasta Osorno. De este modo, los araucanos tuvieron una zona más amplia para el desplazamiento de sus tropas, provocando una mayor distracción y desgaste de las fuerzas españolas.



Los araucanos sólo presentaban combate cuando el ejército español estaba fraccionado, aplicando el principio guerrillero de atacar cuando se está seguro de triunfar. Miguel de Olaverría, cronista español, decía de los mapuche: “no pelean más que a su ventaja”. Uno de los oficiales españoles más destacados. Alonso de Sotomayor, escribía el 9 de enero de 1585 al rey Felipe II: “Y acaecerá un año andar y no topar sino a una vieja, si ellos andan tan sueltos y nosotros tan embalumados con las cargas, ganados y servicios que no se hace más efecto del que digo. Y cada día nos van hurtando caballos” Los araucanos practicaban con mayor frecuencia la lucha defensiva en los pucarás que los asaltos espectaculares a las ciudades. Aunque las ciudades se despoblaran, como fue el caso de Concepción y Angol, no las tomaba porque con mucho tino sabían que allí serían fácilmente vencidos.
La efectividad de la táctica mapuche se demuestra en el hecho de que la proporción de 100 araucanos por un español al principio, se transformó en el siglo XVII en 2x1. Es decir, si al comienzo a los españoles les bastaban 20 soldados para derrotar a 2.000 indios, en el siglo XVII necesitaron 1.000 soldados para vencer a la misma cantidad de indios.
Se ha dicho y repetido irreflexivamente que los araucanos aprendieron la táctica militar de los españoles. En realidad, la mayoría de las tácticas empleadas contra los conquistadores fueron creadas por los propios araucanos a base de la experiencia que iban adquiriendo en el combate. De nada les hubiera servido enfrentar a los conquistadores con las mismas tácticas empleadas por un ejército, como el español, que era uno de lo mejores de Europa, entrenado en siglos de lucha contra los árabes.
Los araucanos elegían el terreno para el combate, en lomas rodeadas de quebradas y bosques, para impedir ataque de la caballería enemiga y obligarla a pelear en una dirección determinada, a cargar siempre cuesta arriba. El cronista Miguel de Olivares describe la batalla de Marigüeñu, efectuada el 26 de enero de 1554, de la siguiente manera: "coronado el cerro se extendía una meseta, larga algunas cuadras y ancha cuanto alcanza un tiro de fusil, pero entrecortado de bosques y espesura. Por la parte oriental está cerrada de una selva densa que no da paso, por el occidente la ciñe un precipicio que cae hasta el mar"
Una vez iniciado el combate, los araucanos fraccionaban su ejército en destacamentos que lanzaban escalonadamente en oleadas sucesivas para agotar a los españoles y a sus cabalgaduras. Paralelamente, mantenía reservas para contrarrestar sorpresas y definir la batalla en el momento oportuno. Cortaban la retirada al enemigo y lo perseguían tenazmente hasta diezmarlo. Lautaro ubicaba estratégicamente un grupo especial de indios para cortar la retirada. Esta maniobra era ejecutada en pleno combate; los españoles al retirarse se encontraban con obstáculos que no existían antes al avanzar, como le ocurrió a Villagra en la batalla de Marigüeñu. El cronista Luis Tribaldo de Toledo escribía: "saben bien desplegar, desfilar y doblar sus escuadrones cuando conviene; formarse en punta cuando quieren romper y en cuadro para estorbar que los rompan; simular la fuga cuando quieren sacar al enemigo de algún lugar fuerte o embestirle desde emboscadas"
Una de las tácticas más notables fue la utilización de líneas de resistencia o fortificación a retaguardia. Un general chileno afirma que Lautaro "empleó la fortificación del campo de batalla, sin haberla aprendido de los españoles, pues éstos nunca hicieron de la fortificación una aliada para el combate, sino un refugio para descansar. Ideó el procedimiento de fortificaciones a retaguardia de la primera línea de combate, procedimiento que sólo en la penúltima guerra europea ha venido a consagrarse como bueno". En el combate de Concepción, librado el 12 de diciembre de 1555, Lautaro tendió tres líneas de resistencia o fortificación a retaguardia. El general Téllez sostiene que "el arte moderno militar no les puede hacer [a los araucanos] la más mínima observación. Cumplían con las cinco condiciones fundamentales que hoy exige el arte militar: campo despejado al frente, obstáculos en el frente, apoyo por lo menos en una de sus alas, libre comunicación a lo largo de toda la línea y comunicación a retaguardia".
Los pucarás araucanos -distintos a los de los "atacameños" e incas- hacían las veces de trinchera o empalizada para atacar o refugiarse en caso de derrota. Eran construidos en los alrededores de las ciudades para hostilizar a los españoles o también entre una y otra ciudad para cortar las comunicaciones del enemigo, como fue el caso del pucará de Quiapo, entre Concepción y Cañete. Tenían a su espalda una quebrada infranqueable, al frente una palizada fuerte y a los flancos dos quebradas impenetrables a la caballería enemiga, por las cuales podían retirarse ordenadamente. Alrededor del pucará cavaban grandes fosos que llenaban de estacas y recubrían de ramas, transformándolos en peligrosas trampas camufladas.
El general Téllez afirma que este tipo de pozo fue utilizado por Julio César contra la caballería, pero su uso contra la infantería fue un invento netamente araucano.
Los pucarás eran trincheras “sui generis”, colocadas a unos 1000 metros del enemigo. Los araucanos, luego de provocar a los españoles para que los atacaran en sus pucarás, los dejaban avanzar hasta que caían en los fosos, como le ocurrió a Pedro de Villagra y Gutierréz de Altamirano en la batalla de Lincoya, efectuada el 16 de enero de 1563. Góngora Marmolejo describe el hecho del siguiente modo: “sin ver el engaño (Guitierrez) cayó en un hondo hoyo hecho a manera de sepultura, tan hondo como una estatura de un hombre, y tras él cayeron muchos en otros hoyos, de tal suerte que como los indios tiraban muchas flechas y los alcanzaban con las lanzas, no podían ser bien socorridos. Pedro de Villagra cayó en otro hoyo, y antes que sus amigos le pudieran socorrer le dieron una lanzada por la boca.
Los araucanos crearon la infantería montada. Su capacidad para convertirse en pocos años en consumados jinetes, su posibilidad de llevar una carga más ligera que los españoles y la utilización de lanzas de acero expropiadas al enemigo, les permitió crear una original infantería montada. “Comprendieron otra gran verdad táctica que practicaron mucho antes que los ejércitos europeos. Fue ésta la utilidad de la infantería montada, que daba a los ejércitos araucanos una movilidad que dejaba desbaratados y perplejos a los generales contrarios. Todos sus guerreros iban montados. Podían por consiguiente presentar batalla cuando y donde quisieran, y a la primera señal de derrota retirarse con suma rapidez”174. La infantería montada servía precisamente a los fines de la guerra móvil. Permitía desplazar grandes masas de guerrilleros a enormes distancias y facilitaba la rápida concentración y dispersión de fuerzas. En 1598, el cacique Pelantaru llegó a contar en el ataque a Valdivia con 2.000 jinetes que, en pocos meses, se habían desplazado desde Chillán hasta Osorno.
Las necesidades de la guerra móvil y de la guerrilla, condujeron a los araucanos a crear nuevas tácticas, como el mimetismo y el camuflaje. Idearon una especie de silbato, confeccionado con huesos ahuecados, que era de gran utilidad para las maniobras militares de la guerra móvil, porque ayudaba a efectuar concentraciones y dispersiones rápidas de tropas. Góngora Marmolejo, uno de los cronistas más veraces, narraba: “oir a los indios la orden que tenían en acaudillarse y llamarse con un cuerno (por el entendían lo que habían de hacer) y como sus capitanes los animaban”.
Para defenderse de los arcabuces, los araucanos crearon tablones especiales. El cronista precedentemente mencionado, escribía: “traían los indios en este tiempo para defenderse de los arcabuces unos tablones tan anchos como un oaves, y de grosor de cuatro dedos, y los que estas armas traían se ponía en la vanguardia, cerrados con esta pavesada para recibir el primer ímpetu de la arcabucería”. Los araucanos, a diferencia de otros indios americanos, perdieron rápidamente el miedo mítico al caballo, a las armaduras metálicas y a las armas de fuego.
Los araucanos aplicaban el sabotaje y la táctica de tierras devastads, destruyendo sementeras y quemando aquello que podía servir a los españoles. El cronista González de Nájera decía: “No hay langostas, tempestad, ni el mismo fuego que así destruya y abrase las mieses y casa de los enemigos”. Algunas tribus concertaban paz transitoria con los españoles con el fin de producir alimentos para las tribus que estaban en combate. Hacían las sementeras en quebradas y sitios de difícil acceso, donde según el cronista Miguel de Olaverría “no hay humanos que puedan entrar ni ir, en donde se les da con mucha abundancia por la grandísima fertilidad de aquellas tierras”. Otras veces, hacían dobles sementeras: las más pequeñas, al descubierto para que los españoles las talasen y los dejaran tranquilos; las más grandes, en zonas fértiles e inaccesibles.
Los araucanos fueron sumamente hábiles en el contraespionaje. Enviaban a los campamentos españoles, indios que aparentaban someterse; su objetivo era espiar, recoger informaciones acerca de los planes y las fuerzas enemigas. Otros se hacían tomar prisioneros con el fin de proporcionar datos falsos a los conquistadores. "Uno de sus engaños más eficaces era vender como esclavos, algunos de sus parientes, mozos o mozas despejadas, y éstos les informaban de todo lo que venía a su observación. Cuando se llevaba a efecto el levantamiento, estos esclavos eran los primeros en sublevarse y si era posible mataban a sus amos y se posesionaban de sus armas". La capacidad creadora de los araucanos para sacar rápidas conclusiones sobre sus experiencias militares, se pone también de manifiesto en la invención de nuevas armas. Cuando comprobaron que las ondas y flechas eran de escasa efectividad ante las corazas españolas, las reemplazaron por mazas y macanas. En pocos años, aprendieron a fabricar escudos y lanzas con puntas de acero, utilizando las herramientas que sacaban de las minas o recogiendo las armas que los españoles perdían en los combates, confirmando que la mejor manera de proveerse de armas es expropiándoselas al enemigo. Latcham afirma que al tener noticias del triunfo de Tucapel "los indios que se habían sometido y que ya trabajaban en las di-versas faenas mineras y agrícolas se sublevaron, fugándose con las herramientas de hierro y de acero de que se servían en sus tareas diarias, utilizándolas en seguida para hacer puntas de lanza, que ya habían visto era el arma que más les convenía en esta guerra"176. Góngora Marmolejo narraba que Villagra tenía "sus casas y repartimientos de indios, que le andaban sacando oro en un cerro más de quinientos juntos. Estos como tuvieron nueva por sus vecinos de la muerte de Valdivia, luego se alzaron, y de los almocafres con que sacaban el oro hicieron hierros de lanza y toda la provincia hizo lo mismo".
En 1558, los araucanos ya sabían utilizar las armas de fuego. Emplazaron contra las tropas de García Hurtado de Mendoza los aracabuces y cañones que habían capturado a los españoles. Los araucanos estuvieron a punto de tener su propio arsenal a los pocos años de la llegada de los conquistadores. Un mestizo llamado Prieto, fugado del campamento español, hizo traer azufre de los volcanes Llaima y Villarrica y construyó hornos, llegando a juntar importante cantidad de salitre para fabricar pólvora. Este no fue el único caso de mestizos incorporados a las filas araucanas. Jerónimo Hernández, "gran arcabucero", se pasó a los indios en 1586. El mestizo Alonso Díaz llegó a ser toqui con el nombre de PaineÑamcu. Los mestizos Esteban de la Cueva, Lorenzo Baquero y, fundamentalmente, Alejo en el siglo XVII, se destacaron en la lucha junto a los araucanos, colaborando con su capacidad militar obtenida en el ejército español. Tampoco faltaron los casos de españoles que se pasaron a las tropas araucanas. El cura Barba, enamorado de una india y de la causa indígena, se íntegró a las filas mapuches en La Imperial. A principios del siglo XVII, sesenta españoles se incorporaron voluntariamente al ejército araucano. En Nacimiento (1599), el sargento García López Valerio se pasó a los indios, arrestando a 10 soldados españoles y a 9 criollos del Perú.
Algunos mestizos se incorporaron a los araucanos por resentimiento social hacia los españoles, que los mantenían marginados de la sociedad, negándoles inclusive trabajo. Los desertores españoles pueden haber sido fruto del mal pago y de las diferencias sociales entre los conquistadores. Los araucanos fueron muy hábiles para tratar con los mestizos y los soldados españoles descontentos, atrayéndolos a la causa indígena mediante un trato igualitario y la concesión de honores especiales, entre los cuales no deben haber faltado los casamientos de desertores del campo español con las hijas de los toquis y jefes rnapuches.
Otro invento araucano fue el lazo, con el cual sorprendieron la primera vez a los españoles en la batalla de Marigüeñu, desmontándolos de sus cabalgaduras. Una de las creaciones más notables fue el telégrafo de señales.
Palacios afirma que "varios historiadores, especialmente los militares. dijeron como Ercilla que los españoles podían tomar 'dotrina' del ejército indígena, de la táctica de sus generales y de la estrategia desplegada en sus acciones de guerra. Uno de los servicios anexos al ejército araucano, y que nunca supieron implantar los conquistadores, a pesar de comprender la desventaja en que quedaban por esa causa respecto de los indígenas, fue el del telégrafo. El semáforo o telégrafo por medio de señales fue usado por los araucanos tal vez desde antes de la conquista española; pero durante ésta dieron tal impulso y organización a ese servicio que sería increíble si no quedara de ello plena constancia por relatos escritos durante los acontecimientos, y por personas entendidas que presenciaron esos hechos. El semáforo araucano consistía en señales hechas con ramas de árboles disimuladas entre el bosque de los cerros, y sólo visibles para los que sabían su situación. De noche se servían de antorchas. El significado de las señales fue guardado siempre en el más absoluto secreto".
Alonso de Ercilla, uno de los grandes poetas épicos de la literatura universal, condensó en el canto 23 de "La Araucana", la capacidad guerrera de los indígenas chilenos:
Dejen de encarecer los escritores
a los que el arte militar hallaron,
ni más celebren ya a los inventores
que el duro acero y el metal forjaron;
pues los últimos indios moradores
del araucano estado así alcanzaron
el orden de la guerra y disciplina,
que podemos tomar dellos dotrina.
¿Quién les mostró a formar los escuadrones,
representar en orden la batalla,
levantar caballeros y bastiones,
hacer defensas, fosos y muralla,
trincheras, nuevos reparos, invenciones,
y cuanto en uso militar se halla,
que todo es un bastante y claro indicio
del valor desta gente y ejercicio?
El punto culminante de la insurrección araucana se produjo cuando en 1598 y 1655 los toquis lo-graron coordinar la guerra móvil con el levantamiento masivo de los indígenas que trabajaban en las faenas mineras y agrícolas. La guerra de resistencia tribal se combinaba y transformaba, en guerra social. En este primer embrión nacional de guerra civil de clases participaron no sólo los araucanos sino la mayoría de los indígenas chilenos. Junto a los araucanos se alzaron los "picunches" del centro y los "huiliches" de las minas de La Imperial, Villarrica, Valdivia, Osorno, etc.
La victoria de Curalaba en 1598, precipitó la insurrección general que venía preparándose desde hacía varios años. En 1599, los indios hicieron ataques coordinados en innumerables puntos del país. En enero derrotaron a los españoles en los fuerte de Longotoro y San Felipe de Arauco; el 4 de febrero se producía el alzamiento desde Angol al Laja; dos días después se rebelaban los indios de la zona del Bio-Bio; el 8 de abril se lograba aislar La Imperial luego del ataque a Boroa; durante el mismo mes se registraba el sitio de Chillán y el asalto a Concepción y a los lavaderos de oro de Quilacoya; el 24 de noviembre, los araucanos, en combinación con los “huiliches”, se lanzaban al asalto de Valdivia. El cacique Pelantaru abrió varios frentes de lucha; tres columnas de mil indios cada una operaban aparentemente por separado, pero luego se concentraban para el ataque a Santa Cruz, Valdivia y Osorno.
La efectividad de este levantamiento simultáneo está reconocida en el recuento de perdidas hecho por los propios españoles. "Gregorio Serrano, el testigo más abonado en razón de su cargo y de su minuciosa exactitud, calcula en quinientos mil el número de cabezas de animales (puercos, cabros, ovejas y vacunos) arrebatados por los indios, entre el 23 de diciembre de 1598 y el 15 de octubre de l600, en las ciudades del sur”179. El cronista Córdoba y Figueroa dice que los indios "quemaron más de cincuenta iglesias". En el sitio de Valdivia hubo 400 españoles muertos, 300 heridos y 18 millones de pesos de pérdidas para la Iglesia.
Esta insurrección coordinada volvió a repetirse en 1655. En menos de ocho días, se levantaron las tribus y los trabajadores indígenas desde el Maule hasta Osorno. El 14 de febrero, los araucanos tomaban el fuerte de Toltén al mismo tiempo que se rebelaban los indios al norte del Bío-Bío matando a sus amos y expropiando sus ganados. Carvallo y Goyeneche comenta que mientras los indios cortaban la cabeza de un Cristo en el fuerte de Buena Esperanza, "zaherían a los prisioneros, diciéndoles que ya les habían muerto a su Dios y que ellos eran mas valientes que el Dios de los cristianos". Los indígenas no sólo tomaron los fuertes al sur del Bío-Bío (San Pedro, Nacimiento, Arauco, San Rosendo, Talcamávida, Colcura, etc.) sino que también capturaron Chillán y llegaron a invadir la parte central de la ciudad de Concepción. El genio militar de esta insurrección fue el mestizo Alejo (Butumpuante), que se había pasado a las filas araucanas según se dice, a causa de habérsele negado el ascenso a oficial en el ejército español. Perfeccionó los métodos de guerra móvil y de guerrillas. En 1657, dirigió el aniquilamiento de ejércitos españoles de varios centenares de soldados; fue asesinado, a traición, por dos mujeres, cuando estaba a punto de consumar su gran proyecto: la toma de Concepción.
La insurrección de 1655 produjo enormes pérdidas a los españoles. Las bajas del ejército permanente ascendieron a novecientos soldados, o sea, la mitad de los efectivos. Según Carvallo y Goyeneche, en la primera fase de la rebelión de 1655, los indios: "cautivaron más de tres mil trescientos españoles, quitaron cuatrocientas mil cabezas de ganado, vacunos, caballar, cabrío y de lana; y ascendió la pérdida de los vecinos y del Rey a $ 8.000.000 de que se hizo jurídica información".
En síntesis, los araucanos aplicaron empíricamente los fundamentos de la guerra móvil -frentes móviles de operación o guerra de maniobras- como asimismo los principios básicos de la guerrilla: movilidad, ataque por sorpresa y retirarla, cooperación del pueblo y conocimientos, del terreno. Practicaron la defensa activa, defenderse para atacar, retirarse para avanzar; retirada centrípeta, es decir, concentración de fuerzas en la retirada.
Sin embargo, nunca pudieron pasar a la ofensiva estratégica. No superaron la etapa de la defensa activa y de la contraofensiva esporádica. La guerra que mantiene indefinidamente su carácter irregular no triunfa. El éxito final se logra solamente cuando se pasa a la guerra regular, a la guerra de posiciones, etapa culminante donde se producen las definiciones últimas. Los araucanos no lograron alcanzar esta etapa final de la ofensiva estratégica.
A pesar de la insistencia de los historiadores en señalar que los españoles practicaron la "guerra defensiva" durante el período de 1612 a 1626, el análisis meticuloso de la guerra de Arauco demuestra que, aun en el momento de aceptar la utopía reformista del cura Luis de Valdivia, los conquistadores jamás estuvieron a la defensiva. Sufrieron retrocesos y derrotas que los condujeron, en las rebeliones de 1555, 1598 y 1655, a abandonar las ciudades y los fuertes, pero nunca estuvieron a la defensiva estratégica.
En respuesta a las tácticas araucanas, los españoles aplicaron empíricamente los principios de la contraguerrilla: redistribución de la población o "desgobernar a los indios", como decían los conquistadores cuando trasladaban a los araucanos al Norte Chico o al Perú; no precipitarse por controlar las zonas donde opera la guerrilla sino preocuparse ante todo por la seguridad de la retaguardia y la propia base; afirmar el orden social y la autoridad gubernamental; crear fuerzas móviles de choque y fundamentalmente, procurar la destrucción física de los guerrilleros.
Los dos oficiales más destacados del ejército español, Alonso Sotomayor y Alonso de Ribera, fueron los estrategas de la contra guerrilla. El plan de Ribera consistió en crear un ejército permanente y bien pagado para evitar las deserciones, impedir la dispersión de fuerzas en ciudades muy alejadas unas de otras y asegurar la zona entre el Maule y el Bío-Bío, desde donde estableció una línea de defensa para avanzar gradualmente hacia el sur. Paralelamente, planteó una política de tinte reformista para su época al sugerir ciertas concesiones mínimas a los indígenas que trabajaban en las minas, con el fin de restar apoyo de masas a la insurrección araucana. Esta política no fue aplicada porque entraba en contradicción con la insaciable acumulación primitiva de capital de los encomenderos. "Ribera fue -dice Encina- el autor del plan que más tarde permitió a la república chilena someter a los mapuches. Las líneas de ese plan parten de la base de que ya está perdido el territorio ubicado al sur del Bío-Bío. El socorro de Villarrica y Osorno es una simple complacencia con el sentimentalismo de los colonos y con las exigencias políticas. Comprende la necesidad de preparar el ánimo de los pobladores y de la corte para que se resignen al abandono momentáneo de la parte más rica y floreciente de la colonia. La conquista ha sido mal llevada y hay necesidad de recomenzarla ordenadamente. Lo primero, es salvar la zona comprendida entre el Maule y el Bío-Bío".
Su sucesor, García Ramón, sólo aplicó uno de los puntos de este plan de contraguerrilla: el exterminio físico de los araucanos. "Pronuncié autos -manifestaba el gobernador- mandando a todos los ministros de guerra pasasen a cuchillo todo cuanto en ella se tomase sin reservar mujer ni creatura, lo cual se puso en ejecución generalmente y se pasaron a cuchillo cuatrocientas y más almas" 182. Merlo de la Fuente, en 1610, siguió la misma táctica. "Dejé colgado -dice en carta al rey- once caciques y capitanes principales, además de otros seis que he traído cautivos".
Muchas décadas de lucha permitieron a los españoles, aclimatarse e interiorizarse de las costumbres de los indígenas chilenos; hacia 1570 había nacido la primera generación de criollos y mestizos, hombres nativos, expertos conocedores del terreno para la lucha antiguerrillera.
Algunos autores, Encina entre ellos, han aducido causas racistas para explicar el empeño de los españoles en mantener una, guerra tan prolongada y desgastadora. Otros, como Eyzaguirre, enfatizan causas psicológicas y religiosas: "Este esfuerzo titánico que consumió vidas y hacienda se justificaba a los ojos de sus protagonistas por satisfacer el ansia de gloria y el instinto caballeresco de los españoles. Además el fervor proselitista de los eclesiásticos, deseosos de introducir el cristianismo entre los aborígenes, habría resistido la idea de abandonar el territorio a pretexto de los enormes gastos que irrogaban a España. El ideal guerrero y el ideal misionero, aunque a menudo discrepantes en las actitudes frente al indígena, se enlazaron así en la común resolución de permanecer en el país" (sic).
A nuestro juicio, existieron razones más profundas para sostener la guerra de Arauco. En la zona sur, abundaba la mano de obra y se encontraban los principales lavaderos de oro, minas y tierras fértiles. A fines del siglo XVI, el 90%, de los indios residía al sur del Bío-Bío-, la mayoría absoluta no estaba constituida por araucanos sino por huiliches. Se calcula que a la llegada de los conquistadores había en Chile de medio a un millón de indios, de los cuales 300.000 eran de origen araucano. Las epidemias de tifus en 1554-57 y de viruelas en 1590-91, redujeron esta última cifra a 200.000 mapuches aproximadamente. Los dos tercios del total de indígenas estaban formados por picunches y huiliches.
A principios del sigIo XVII, en el Norte chico que daban menos de 500 sitios. Miguel de Olaverría calcula que en los términos de Santiago había cuatro mil naturales al finalizar el siglo XVI, contra sesenta mil que existían cuando llegaron los españoles"
Los encomenderos necesitaban mano de obra para explotar las ricas minas del Norte chico y las actividades agropecuarias de la zona central. Había una sola región de donde sacarla: el sur. El método más expeditivo para obtenerla: la violencia. La guerra de Arauco -inspirida en la llamada "ansia de gloria” y el "instinto caballeresco"- sirvió para cazar indios que luego se vendían a los explotadores del Norte chico y de Santiago. Los encomenderos solicitaron al Rey que permitiera la esclavitud en Chile. Felipe III aprobó este pedido en la Real Cédula de mayo de 1.608: "por la presente declaro que todos los indios, siendo los hombres mayores de diez años y medio, y las mujeres de nueve y medio, que fuesen tomados y cautivados en la guerra (de Arauco), sean habidos y tenidos por esclavos suyos, y como tales se pueden servir de ellos, y venderlos, darlos y disponer de ellos a su voluntad, con que los menores de las dichas edades abajo no puedan ser esclavos, empero que puedan ser sacados de las provincias rebeldes".
El gobernador Luis Merlo de la Fuente puso en práctica esta cédula en 1610. Los indios mayores de 12 años cazados en la guerra de Arauco podían incluso ser vendidos al Perú, siempre y cuando no fueran salvados por el sedicente "ideal misionero".
El ejército español- al servicio de la burguesía productora en formación -e inspirado por el tan manido “ideal guerrero” se lanzó ferozmente a la caza de indios en la guerra de Arauco. Según las críticas del gobernador Jaraquemada, los jefes militares mandaban a sus haciendas particulares a los indios, custodiados por ocho o diez soldados que cobraban como si estuvieran en campaña. El 18 de octubre de 1650, el capitán Diego de Vibanco escribía al Rey: "I desde luego conviene mucho quitar los abusos que tiene establecidos aquella guerra [la de Arauco] en la esclavitud de los indios, en que mayormente ha consistido su duración por el grande interés que se las ha seguido y sigue a las cabezas que gobiernan, que son las del gobernador, maestre de campo general y sarjento mayor; porque de las corredurías y malocas que se hacen al enemigo, es mucha la codicia de las piezas que se cojen en ellas".
La mayor cacería humana en Chile fue montada por los hermanos Salazar en 1650. Su respuesta: la gran rebelión indígena de 1655, una de las insurrecciones populares más importantes de Chile.